“Su parte estética es extraordinaria. En torno a ellos hay poesía, música, literatura, pintura. Creaciones magníficas del espíritu que no se consiguen con el fútbol o el basquetbol. Tienen un significado que expresa en forma primitiva la relación entre la vida y la muerte”.
Mario Laserna Pinzón, acerca de los toros y la tauromaquia.
Mario Laserna y el toreo
Desde que estudiaba en el Instituto La Salle, Mario se había aficionado al toreo participando en becerradas a los 12 años. Cuando cursaba su último año de bachillerato en el Gimnasio Moderno aprendió a torear profesionalmente aprovechando su temprana experiencia con la lidia y la ganadería en Tolima, en la Hacienda El Aceituno de su amigo Benjamín Rocha, doce años mayor que él, todo un “campesino doctor” en leyes y derecho comercial, con “físico de paisano” pero de cultura “larga y profunda”, anota su amiga Emma Reyes.
Para quienes lo conocieron, Mario Laserna alcanzaba el estado de plena felicidad en el campo, especialmente en las fincas de la familia y los amigos. Por eso, parte de su vida las tuvo como escenario de múltiples vivencias íntimas y familiares. De hecho, en Altamira, cerca de Ibagué, decidió instalarse durante los últimos años de su existencia. Su agitada vida social con políticos y académicos de todo el mundo también tuvo momentos memorables en esas fincas del Tolima. Allí adquiría una personalidad compleja, porque catalizaba a un desconcertante capitán de hacienda, a un capataz, a un vaquero y a un labriego. Cabalgaba, arreaba ganado, enlazaba, toreaba o conducía por el campo una enorme cosechadora de arroz.
Desde pequeño, su tío Emiliano Laserna lo llevaba a los pueblos del Tolima y Quindío a ver corridas de toros, cuando se le denominaba fiesta brava y era una afición masiva y popular entre los colombianos. Cuando tenía doce años, surgió su afición por la tauromaquia y el interés por conocer sobre la crianza y cuidado de los toros de lidia cuando Benjamín “Benja” Rocha Gómez, en la hacienda ganadera y arrocera de El Aceituno, vecina de la Hacienda La Palma de la familia Laserna, llevó un lote de 30 vacas y 3 sementales, ejemplares descendientes de la famosa ganadería española del Conde de Santacoloma y del Duque de Veragua.
“Benjamín me enseñó de toreo, ganadería y agricultura”.
Benjamín era un abogado, hacendado y fundador de la ganadería de lidia Achury Viejo, muy allegado a la familia Laserna y amigo que ejerció gran influencia en Mario desde niño.
Como muchos niños en Colombia, Mario jugaba a ser torero, pero en su caso, empezó a practicarlo cuando tenía 17 años.
En su casa de La Candelaria y en su hacienda Altamira del Coello, tenía habitaciones repletas de cuadros y afiches taurinos.
Mario y su afición a la tauromaquia
"… fui aficionado al toreo porque me gustaba correr el riesgo de entrar al ruedo a enfrentar la naturaleza bruta del animal. Este tiene mucha más fuerza, pero el hombre lo somete y triunfa sacando serenidad y estudiando a su rival".
Mario Laserna Pinzón
"Lo clave del toreo para mí radica en que el toro representa la fuerza bruta, la fuerza avasalladora, pero que carente de control de sus propios movimientos, sus instintos y de un propósito, puede ser dominado. El toreo representa el cómo saber guiar el propósito de vencer al animal identificando sus debilidades. Eso se llama en toreo los terrenos adecuados: el hombre es quien generalmente sale vivo de la faena y el toro, vencido. Pero el hombre sale vivo después de correr el riesgo de morir en el corral. La superioridad o ventaja del hombre está en su mente, que le permite manejar el problema (...) me gustaba torear y realmente eso representaba para mí una experiencia de tal intensidad y de tal profundidad que yo no me atrevería a llamarla hobby, puesto que cuando he oído a otros definir lo que para ellos constituye un hobby, generalmente se trata de cuestiones en que ni su seguridad material ni su seguridad moral se ve comprometida. En el caso de la afición por los toros, en la forma que yo la practicaba, generalmente veía comprometida mi seguridad material y debo decir que es una experiencia muy importante para mí".
-Mario Laserna Pinzón
Mario Laserna practicando toreo en la Hacienda Altamira (Foto: Colección Universidad de los Andes, Fondo Mario Laserna).
Mario Laserna durante una becerrada en la Hacienda Altamira hace una demostración de su habilidad en el toreo ante invitados extranjeros (Foto: Colección Universidad de los Andes, Fondo Mario Laserna).
Mario Laserna practicando toreo en la Hacienda Altamira (Foto: Colección Universidad de los Andes, Fondo Mario Laserna)
Visita de los etólogos Lionel Tiger y Robin Fox a la Hacienda Altamira. Junto a ellos se encuentra Mario Laserna durante una tienta enseñando a capotear en el ruedo de la Hacienda Altamira del Coello al etólogo británico Robin Fox, quien visitó Colombia con su celebre colega Lionel Tiger con el propósito de abrir en Los Andes un programa de etología, 1980. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Mario Laserna practicando toreo en la Hacienda Altamira (Foto: Colección Universidad de los Andes, Fondo Mario Laserna).
Mario Laserna practicando toreo en la Hacienda Altamira (Foto: Colección Universidad de los Andes, Fondo Mario Laserna).
Mario Laserna en una Plaza de Toros del Tolima durante una corrida con toros de su ganadería. Ca. 1978. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Mario Laserna en una Plaza de Toros del Tolima durante una corrida con toros de su ganadería. Ca. 1978. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Mario Laserna en una Plaza de Toros del Tolima durante una corrida con toros de su ganadería. Ca. 1978. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Mario Laserna en una Plaza de Toros del Tolima durante una corrida con toros de su ganadería. Ca. 1978. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Visita de los etólogos Lionel Tiger y Robin Fox a la Hacienda Altamira. Junto a ellos se encuentra Mario Laserna durante una tienta enseñando a capotear en el ruedo de la Hacienda Altamira del Coello al etólogo británico Robin Fox, quien visitó Colombia con su celebre colega Lionel Tiger con el propósito de abrir en Los Andes un programa de etología, 1980. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Mario Laserna en una Plaza de Toros del Tolima durante una corrida con toros de su ganadería. Ca. 1978. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Visita de los etólogos Lionel Tiger y Robin Fox a la Hacienda Altamira. Junto a ellos se encuentra Mario Laserna durante una tienta enseñando a capotear en el ruedo de la Hacienda Altamira del Coello al etólogo británico Robin Fox, quien visitó Colombia con su celebre colega Lionel Tiger con el propósito de abrir en Los Andes un programa de etología, 1980. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Visita de los etólogos Lionel Tiger y Robin Fox a la Hacienda Altamira. Junto a ellos se encuentra Mario Laserna durante una tienta enseñando a capotear en el ruedo de la Hacienda Altamira del Coello al etólogo británico Robin Fox, quien visitó Colombia con su celebre colega Lionel Tiger con el propósito de abrir en Los Andes un programa de etología, 1980. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Visita de los etólogos Lionel Tiger y Robin Fox a la Hacienda Altamira. Junto a ellos se encuentra Mario Laserna durante una tienta enseñando a capotear en el ruedo de la Hacienda Altamira del Coello al etólogo británico Robin Fox, quien visitó Colombia con su celebre colega Lionel Tiger con el propósito de abrir en Los Andes un programa de etología, 1980. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Visita de los etólogos Lionel Tiger y Robin Fox a la Hacienda Altamira. Junto a ellos se encuentra Mario Laserna durante una tienta enseñando a capotear en el ruedo de la Hacienda Altamira del Coello al etólogo británico Robin Fox, quien visitó Colombia con su celebre colega Lionel Tiger con el propósito de abrir en Los Andes un programa de etología, 1980. Foto: Colección particular, Dorotea Laserna Jaramillo.
Mario Laserna instruye con el capote a su hija Catalina en su Hacienda en Tolima. Ca. 1965. Foto: Colección particular, Liliana Laserna Jaramillo.
Mario Laserna y la estrella del toreo, Manuel Benítez “El Cordobés”, en la hacienda Altamira del Coello, Tolima, ca. 1973. Foto: Colección personal Mario Laserna, Archivo Universidad de los Andes.
Mario Laserna saludo al público en la plaza de toros de La Santamaría en Bogotá durante una corrida de aficionados con fines benéficos, ca. 1955 (Foto: Colección Universidad de los Andes).
En las reflexiones de Mario Laserna sobre su interés por la tauromaquia se palpa un propósito espiritualmente sublime que exige inteligencia y fortaleza física, algo muy distante del simplismo al que asume el animalismo dogmático, o el totalitarismo antitaurino pues no es en lo absoluto, la búsqueda de la provocación del sufrimiento del animal para despertar el placer del torero y el público que observa. En un humanista como Mario Laserna es impensable por principio, aceptar una igualdad entre hombres y animales (antiespecismo).
Queda claro también que Mario concibe el toreo como una práctica o afición intelectual y atlética más que vivir de este arte. Infortunadamente para Mario Laserna el animalismo se gestó en claustros universitarios de Francia, España y América. Sus críticos por su interés en la tauromaquia no se tomaron el tiempo de discutir con él su visión sobre este arte. Para Mario la lidia tampoco era un asunto trivial sino un campo de reflexión sobre el comportamiento de humanos y animales, como confirma un propósito visionario de introducir un programa formal de estudios profesionales en etología y crear una facultad en ciencias de la vida. La amistad que tuvo con Luis Miguel Dominguín y Salvador Dalí también se fundó no solo en el arte y el coleccionismo, sino en una pasión compartida por la tauromaquia.
Mario y el arte
La cultura de Mario en artes plásticas era vasta y la formó desde joven bajo la tutela de varias mujeres de su familia. Más adulto la fortaleció estudiando historia del arte con su mentor Nicolás Gómez, con el historiador alemán Antonio María Bergmann (1896-1977) y con el historiador del arte, oriundo de España, Luis de Zulueta (Barcelona 1878 - Nueva York 1964).
“El hombre es la medida de todas las cosas’. Esta verdad solamente se enuncia cuando la filosofía transfiere sus preocupaciones de la naturaleza al hombre, cuando surge la noción del ciudadano, cuando se empieza a pensar y a entender, además de la obra de Dios, del mundo de la naturaleza, la obra del hombre: la ciudad, las leyes, la moral, el arte, el mundo de la historia, como nos enseña Giambattista Vico”.
Mario Laserna, “La arquitectura y la política”, en: El Tiempo, Bogotá, 15 de diciembre de 1967, p. 5.
Mario Laserna y su pasión por el arte
En el seno de la familia Pinzón había un ambiente donde el arte tenía una fuerte presencia. Varios de sus integrantes estudiaron música, pintura y arquitectura en el país y el exterior. Mario también inculcó en sus hijos y nietos el estudio del arte y el coleccionismo. Su hija Liliana, nacida en Suiza, es pintora y escultora profesional. Con su primo hermano Pablo Lanzetta Pinzón "graduado de arquitecto en la Nacional (1945)" compartió desde niño. Muchas aventuras asociadas a su pasión primero por las matemáticas y luego también por el arte. La pasión por la ópera y la zarzuela que compartía Helena Pinzón de Laserna, con su hermana, su yerno Arturo Aparicio Jaramillo y sus hijas Elena y Cecilia convocaban a toda la familia que se reunía a montar obras con la parentela y los amigos (Entrevista de Luis Fernando Molina Londoño a Arturo Aparicio Laserna, Bogotá, junio de 2023).
La afición comenzó bajo la tutela de su madre, Helena Pinzón, su tía Isabel Pinzón y su hermana Elena Laserna. Ellas tres apreciaban y coleccionaban obras de artistas académicos y vanguardistas como el alemán Guillermo Wiedemann, quien decidió radicarse en Colombia en 1930. La familia Laserna Pinzón llegó a reunir una completa colección de Wiedemann que infortunadamente se perdió durante el Bogotazo (9 de abril de 1948) cuando la casa familiar de los Laserna fue presa de las llamas. En los años en que llegó Wiedemann también arribó al país el pintor belga Georges Brasseur, quien se estableció transitoriamente en Bogotá y tuvo una fugaz relación con Isabel Pinzón, a quien incluso le hizo un magnífico y sensual retrato (Anne-Marie Van Broeck y Luis Fernando Molina Londoño, “Georges Brasseur: un pintor belga en Colombia”, en: Credencial Historia, No. 95, noviembre de 1997).
El arte en la tertulia de Colacho
Otro espacio que contribuyó fuertemente a la consolidación del arte como afición en la vida de Mario fue la tertulia semanal con Nicolás Gómez Dávila. Cada domingo entre siete y nueve y media de la noche era un espacio para compartir con los pocos eruditos e historiadores del arte en Bogotá como Luis de Zulueta y Antonio María Bergman. Las alusiones al arte fueron tema recurrente de aquella tertulia. Nicolás Gómez en sus Escolios incluye numerosas reflexiones en la materia, como que “El arte nunca hastía porque cada obra es una aventura que ningún éxito previo garantiza”, que “El arte es el más peligroso fermento reaccionario en una sociedad democrática, industrial y progresista” y que “El arte es el supremo placer sensual”.
Tanta fue la influencia de este espacio, que Gómez Dávila nunca dudó que estas reuniones de estudio e intercambio intelectual cambiaron la suerte de Mario Laserna, en contraste con lo que le ocurrió a él, que muy a su pesar tuvo que restar tiempo al estudio de las humanidades y a sus “Escolios”, que eran su pasión, para cumplir con el deber de atender los negocios de su acaudalada familia.
Otro hecho que también fortaleció el aprecio especial de Mario Laserna por el arte fue la apertura en 1946, en Bogotá, de la galería de arte La Cometa, dependiente de la librería de los esposos Hans y Lilly Ungar. Este espacio sin duda contribuyó a que esta inclinación especial por el arte se convirtiera en un asunto serio que lo condujo a convertirse en un activo coleccionista. En esta faceta Mario, una persona generalmente modesta y circunspecta ante sus logros y virtudes, se caracterizaba por presumir de tener “buen ojo” para el arte, pues “El que no se mueve entre obras de arte como entre animales peligrosos no sabe entre qué se mueve”, decía.
Ya viejo, Mario sentía orgullo –y amor–, no solo por su larga lista de amigos llena de celebridades de la ciencia, el arte, la política y la cultura, sino por el rico acervo de obras de arte que formó desde joven, hasta convertirse en un respetado coleccionista.
Protector de artistas
Mario Laserna actuó como protector de varios artistas. Sus gestos como mecenas también pasaron desapercibidos. En sus registros contables quedaron asentados los emolumentos que mes a mes le giraba a algunos pintores que protegía, como el norteamericano Jim Morris, quien además vivió un tiempo en su hacienda Altamira en Ibagué, donde plasmó como agradecimiento al mecenazgo, coloridas y originales composiciones en las paredes de la casa principal de la hacienda y de una sencilla casa campesina tolimense, “La Casa de las Mariposas” convertida en insólita capilla Sixtina criolla.
Otro de estos protegidos fue el restaurador de arte polaco Franck Draga, refugiado de la Segunda Guerra Mundial, quien llegó a Colombia proveniente de Varsovia. Una vez Mario lo rescató en Santa Marta del estado de indigencia en que vivía, lo instaló en Bogotá y junto con su esposa Liliana Jaramillo de Laserna decidieron alojarlo en su casa de la carrera 11 al norte de Bogotá y le acondicionaron un taller allí mismo. Dorotea Laserna, hija mayor de Mario, dice que el profesor Draga se volvió un miembro más de la familia. Vivían con él en la casa dentro de una gran armonía. Era un hombre silencioso y disciplinado que se aplicó con pasión a restaurar cuadros de la colección de Mario y de particulares que solicitaban sus servicios. Asimismo, contribuyó a recuperar con él varias obras, tal vez de Gutiérrez y Vásquez, que sufrieron daños en el incendio de la Iglesia de San Juan de Dios ocurrido en 1969.
"Casa de las Mariposas" en la Hacienda Altamira del Coello de la familia Laserna Jaramillo con los murales pintados por Jim Morris, ca. 1980. Archivo personal de Mario Laserna.
En el taller de restauración montado en la casa de los Laserna, Draga trabajó con el samario Adaulfo Mendivil, a quien trajeron de la capital del Magdalena en calidad de ayudante, porque Draga ya lo había introducido en el oficio. Maestro y aprendiz "patrocinados por Mario" emprendieron en Bogotá ambiciosos proyectos de intervención de lienzos y láminas duras. La primera tarea fue remover la mugre o pátina del tiempo de varios siglos a su colección de pintura colonial. Con la venta de la casa al norte de Bogotá, Mario le organizó un taller en el centro de la ciudad.
Se presume que el cáncer que sufrió Draga se lo originó la manipulación de sustancias químicas usadas en la restauración de obras. Su técnica de reintegración de lienzos a base de cera y de color con puntillismo era muy apreciada en Bogotá, lugar en que tal vez era el único en ejercer tal oficio. Draga permaneció en Colombia hasta su muerte por leucemia.
Herencias
El amor por el arte fue transmitido por Mario a sus hijos y lo compartió con sus esposas Liliana y Caroline, y con su compañera sentimental Martha Ballesteros. Todos se beneficiaron de su asesoría, heredaron o recibieron como regalo valiosas obras, llegando incluso a ser la base de las colecciones que continuaron formando y que hoy también disfrutan los nietos de Mario.
El valor económico de las pinturas, tapices, grabados, esculturas, piezas precolombinas y otras antigüedades representaba a sus ochenta años el activo más valioso del patrimonio de Mario Laserna, estando en segundo lugar sus tierras e inmuebles en Ibagué y Bogotá, y en tercer lugar el ganado en las haciendas.
Más que su alto precio en el mercado, las obras representaban para Mario un soporte del “honor familiar” que sus descendientes debían preservar. La “renta” de esa gran inversión, realizada durante muchos años comprando obras en galerías y anticuarios de todo el mundo, representaba también un tesoro estético que le arrojaba un usufructo espiritual. Por este motivo las compartía con amigos, familiares, organizaciones como el Jockey Club y la Universidad de los Andes (David Echeverri Duarte. El trasegar de una colección de arte: del templo a la rectoría. Monografía de grado en Historia del Arte, Universidad de los Andes, 2020). Estas instituciones las han exhibido por largo tiempo en condición de comodato, préstamo o donación, pues durante varios años Mario les entregó cuadros y diverso tipo de arte colombiano y extranjero.
Una de las muestras más impactantes de la colección originalmente propiedad de Mario Laserna son las 8 obras exhibidas en la sala del Consejo Superior de la Universidad de los Andes, de las cuales 7 son lienzos del periodo colonial: Santa Catalina de Alejandría, Milagro de Santo Domingo en Soriano, Aparición de Santo Domingo a Santa Teresa, Bautizo de San Juan de Dios, Conversión a un caballero, San Francisco recibiendo los estigmas e Inmaculada Concepción. A estas obras se une el gobelino del siglo XVIII, El juicio de Salomón.
Mario se hizo célebre entre sus amigos en el país y el exterior por sus espléndidos obsequios de arte y antigüedades. A su gran amigo Francisco Pizano, por ejemplo, le regaló, “San Agustín” y a Benjamín Rocha y sus hijos, varios cuadros coloniales peruanos de excelente factura, que ellos conservan con aprecio. A su hermano Guillermo y a Francisco Pizano les regaló espléndidas obras de la colección comprada a los padres Dominicos. La Universidad de los Andes exhibe, “El juicio de Salomón”, imponente gobelino que se destaca en la sala de reuniones del Consejo Superior. Fue entregado no solo por las características del espacio adecuado para su gran formato, sino porque el fundador quería plasmar la consigna entre los estamentos docente, estudiantil y directivo de que la sensibilidad artística es parte esencial de toda persona educada. La Universidad tiene abierta la sala para la investigación y el disfrute de todos sus miembros. Los Andes hizo una cuantiosa inversión en la restauración de casi todas las obras colgadas en la sala considerando su valor histórico y artístico (David Echeverri Duarte. El trasegar de una colección de arte: del templo a la rectoría. Monografía de grado en Historia del Arte, Universidad de los Andes, 2020).
1. Santa Catalina de Alejandría, atribuido a Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, 1689, óleo sobre lienzo.
2. Milagro de Soriano, anónimo, siglo XVII. Óleo sobre lienzo
3. Aparición de Santo Domingo de Guzmán a Santa Teresa, atribuido a Baltasar Vargas de Figueroa, siglo XVII, óleo sobre lienzo.
4. Bautismo de San Juan de Dios, atribuido a Joaquín Gutiérrez, ca. 1750, óleo sobre tela.
5. San Francisco de Asís recibiendo los estigmas, atribuido a Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, siglo XVII, óleo sobre lienzo.
6. Conversión de un caballero, atribuido a Joaquín Gutiérrez, ca. 1750, óleo sobre tela.
7. Inmaculada Concepción, anónimo, siglo XVII, óleo sobre lienzo.
8. Juicio de Salomón, anónimo, siglo XVIII, tapiz de origen francés, 393 cm x 498 cm, adquirido por Mario Laserna en París durante su estancia como embajador de Colombia en Francia (1976-1979). Colección Universidad de los Andes.
Tomado de: Olga Acosta Luna, “Pintura colonial en la Sala del Consejo”, en: Herrera, Alexander (comp.). Las colecciones de Arte en la Universidad de los Andes, Bogotá, Universidad de los Andes, Ediciones Uniandes, 2019.
Los cuadros 1, 2, 3 y 5 se presume que hicieron parte de la compra de Mario Laserna a los padres Dominicos de las obras antes pertenecientes al Convento de Nuestra Señora del Rosario de Santafé y Colegio de Santo Tomás, ubicados en la carrera 7ª, entre las calles 12 y 13, demolidos en 1947 por orden del Gobierno Nacional.
Coleccionista de arte religioso
Tuvo un permanente interés por el arte de tema religioso de la Colonia, tema que era casi todo en esa época. Para entender este interés es necesario tener en cuenta el contexto de la religiosidad de Mario Laserna. Un conservador ideológicamente coherente, que busca exaltar la filiación religiosa católica, apostólica y romana, pero bajo el principio liberal de la libertad y el respeto a todos los cultos.
Para Laserna, la vida sin religión carece de significado. Este se acrecienta con el oficio divino de orar, leer teología, practicar la doctrina y las santas escrituras. Los héroes de Mario son los santos, los filósofos, los artistas (incluidos los toreros) y los científicos. Su ideal de santidad está representado en San Francisco, del que era devoto como parte del grupo religioso “Cordón de San Francisco”. Rezaba todas las noches arrodillado sobre la cama, incluida la de su muy solemne amigo Monseñor de Brigard, de la que se apoderaba sin timidez, para dormir la legendaria siesta que religiosamente hacía cuando lo invitaban a almorzar.
El papel del arte en la vida de Mario Laserna también debe entenderse como parte de su experiencia religiosa. Su valor económico es residual frente a la posesión para gozar el usufructo estético y la contemplación espiritual.
Lo que más visibilizó a Mario Laserna en el mundo del coleccionismo fue la adquisición a los padres Dominicos, de la colección de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, cuya calidad y volumen alcanzó un valor incalculable. Decía que su interés por el arte producido durante la Colonia en América y especialmente por las pinturas de Gregorio Vásquez había surgido cuando visitaron la capilla del Sagrario en la carrera séptima, en un tour por Bogotá que él y su esposa Liliana ofrecieron a un profesor de arte de origen alemán y amigo suyo.
El visitante quedó prendado de las obras de ese pintor santafereño colgadas en la iglesia. Desde entonces Mario se tomó aún más en serio el asunto de Vásquez y de otros pintores de la Colonia. Por esa época los padres dominicos llevaban varios años ofreciendo la colección de cuadros de Vásquez que hacía parte de la iglesia y el claustro de Santo Domingo, pero no había interesados por las obras de gran formato, pues sus dimensiones impedían colgarlas en las casas. Mario, por el contrario, vio en dicho formato un atributo, además de que su autor ya era considerado el artista de la Colonia más importante en el país después del riguroso estudio publicado por el artista Roberto Pizano Restrepo, padre de su amigo Francisco, que finalmente valorizó e hizo visible la importancia de Vásquez en la historia del arte colombiano (Gregorio Vázquez de Arce y Ceballoz; pintor de la ciudad de Santa Fe de Bogotá Cabeça y corte del Nuevo Reino de Granada. Editorial Camilo Bloch, París, 1926).
Alrededor de 1966, el padre dominico Alberto Ariza promovía la venta de la colección de Vásquez con autorización de la Santa Sede, en pleno auge de implantación de las reformas del Concilio Vaticano II que propició la enajenación de numerosos bienes materiales de la Iglesia para financiar proyectos sociales. Fray Alberto, tres veces provincial de los dominicos de Colombia y líder de la consolidación del proceso de restauración y reorganización de esa orden religiosa en el país, incluida la reapertura de la Universidad Santo Tomás, convocó a personajes pudientes para que contribuyeran a estas iniciativas. Uno de ellos, Pedro Navas, que también era benefactor de la Universidad de los Andes, compró varios cuadros pequeños de Vásquez pertenecientes a la comunidad. Sin embargo, Ariza pretendía que don Pedro comprara todas las obras, porque hasta entonces no había logrado vender las de gran formato. Navas no aceptó esta oferta y, conocedor del interés de Mario por la pintura colonial, lo puso al tanto del asunto.
Luego de ver las obras en venta, Mario pidió consejo a su amigo Francisco, hijo de Roberto Pizano, quien en 1926 había publicado el estudio sobre Vásquez luego de hacer el primer inventario crítico de sus obras. Como voz más autorizada en el medio sobre esta materia y muy cercano a él desde que en 1938 se hicieron compañeros de colegio en el Gimnasio Moderno, intentó persuadir a Mario de que la mejor obra de Vásquez era la de pequeño formato, por lo tanto, que no comprara esos cuadros, que además solo se podían colgar y apreciar en espacios muy grandes. Acto seguido, con su costumbre de llevar la contraria, Mario salió a vender su automóvil para completar el dinero con qué negociar las obras. Así logró reunir la mejor colección de Vásquez en el país.
“Rut espigando en el campo de Booz” tiene un especial valor en la colección de Mario porque hacía parte de la serie de las cuatro obras de Vásquez (1638-1711), relacionadas con el Antiguo Testamento, tres de las cuales hacen parte de la Colección del Museo de Arte Colonial en Bogotá: “Los ángeles castigan a Heliodoro”, "El ascenso de Elías en el carro de fuego" y "Aarón ante el Tabernáculo”. Por otra parte, Vásquez que se había comprometido a pintar para los Padres Dominicos la serie sobre la vida de su santo patrono, Domingo de Guzmán, no cumplió por diversas razones, pero uno de los cuadros, "Santo Domingo", fue adquirido por Mario y su valor radica en que fue de los cuadros que se salvó de un incendio del convento de Santo Domingo en que se arruinaron numerosas obras.
Tabla. Obra de Gregorio Vásquez en la Colección de Mario Laserna (2013). Carta y documentación enviada por Juan Mario Laserna Jaramillo al magistrado Julio Enrique Socha Salamanca. Bogotá, 5 de febrero de 2013.
La audaz adquisición de Mario originó revuelo entre numerosos personajes que estaban interesados, pero que no se decidían a adquirir la colección. Su disgusto por este movimiento audaz del comprador originó críticas incisivas porque en manos de un particular quedaban bienes patrimoniales de la Nación, por tanto, Mario los debía entregar a una entidad oficial. En vista de que el Banco de la República no concretó el proyecto de convertir la antigua casa de Gregorio Vásquez de Arce en museo, hizo la contrapropuesta de donarlos al Jockey Club siempre y cuando sus acaudalados socios construyeran un museo a la medida de la colección. Esto dio fin al debate y el afortunado comprador trasladó los cuadros a su espaciosa casa en el norte de Bogotá donde finalmente cubrieron muchos muros. Por tratarse de una obra de motivos religiosos, Dorotea Laserna recuerda que las amigas del colegio que la visitaban en plan de labores escolares vespertinas le preguntaban que si su casa era una iglesia.
Entre 1980 y 1982, junto a Ricardo Vargas como socio, Mario convirtió su residencia familiar, ubicada en la calle 86 con carrera 11 de Bogotá, en el Anticuario y Galería Leda, donde se comercializaron obras de arte adquiridas en Colombia, Estados Unidos, Perú, Asia, África y Europa. De esta época es la pequeña colección de tres obras del pintor de la Colonia, "Joaquín Gutiérrez" pertenecientes al templo consagrado a San Juan de Dios y que vendió el capellán a los marchantes Gabriel y Miguel Tatar. Estos se las traspasaron a Mario Laserna que tenía conocimiento de la obra de Gutiérrez seriamente afectada por el incendio del templo de San Juan de Dios en 1969 (El Tiempo, Bogotá, 9 de diciembre de 1969).
Arte y universidad
Mario Laserna vinculó estrechamente su amor al arte con su estudio, formación y promoción de artistas dentro del espacio natural que estas actividades tienen en la Universidad. Así lo hizo en Los Andes y en la Universidad Nacional de Colombia, donde impulsó la creación de programas de estudio, primero en la Sección Femenina de Los Andes, creada en 1953 cuando Mario era rector y abierta en 1954 por su sucesor Alberto Lleras, y luego en las facultades de Arte en ambas Universidades. La Sección Femenina tuvo como primera directora a Elvira Restrepo de Durana, iniciando actividades con la apertura de cursos y el primer taller de arte de la Universidad de los Andes.
Fue la oportunidad para ejercer su protectorado a varios artistas que se convirtieron en entrañables amigos como Hena Rodríguez, Emma Reyes, Teresa Cuéllar “Teyé” y Fernando Botero. Con este último Mario no solo compartía su amor por el arte, sino también por el toreo y los temas taurinos en el arte a través de la historia. Botero y Sophia Vari “eran bien amigos” de Mario y su compañera Martha Ballesteros. Solían encontrarse en su apartamento en New York. “Mario quería mucho a Fernando” (Comunicación personal de Luis Fernando Molina con M. Ballesteros, 4 de enero de 2022).
Ese aprecio por temas taurinos en el arte también lo compartía con su entrañable amigo Benjamín Rocha.
El artista plástico y líder estudiantil Carlos Granada, por ejemplo, recordaba que siendo alumno de artes en la Universidad Nacional ya contaba con reconocimiento en el sector cultural de Bogotá. Estableció una relación con Laserna, a raíz de la censura que sufrió en una exposición, que evidenciaba el talante abierto y tolerante del rector en esa etapa todavía convulsionada a principios del Frente Nacional:
En la Universidad de los Andes, en el primer semestre de 1961, nació el coro con un grupo de alumnos provenientes de las Facultades de Ingeniería y Arquitectura. Tuvo como su primer director al profesor Alfred M. Greenfield y como director asistente a Alfredo Sánchez Cárdenas, entonces alumno de Economía de la Universidad Nacional de Colombia. En agosto del mismo año, Amalia Samper Gnecco fue nombrada directora de la agrupación. Con motivo de un homenaje a Mario en 1970, el coro tuvo una presentación en muestra de gratitud por su iniciativa de fomentar los coros universitarios en el país (Carolina Iriarte Lobo-Guerrero. Universidad de los Andes, Coro: 40 años Cantando la historia. Bogotá, Universidad de los Andes, 2003, pp. 1, 2, 78).
El desempeño de Mario Laserna como embajador de Colombia en París y en Viena también lo utilizó para promocionar intérpretes y creadores colombianos en artes plásticas, escénicas y música. Las primeras giras por Europa de los coros de las Universidades Nacional y de Los Andes las coordinaron los embajadores Mario Laserna y Belisario Betancur.
Numerosas y valiosas pinturas y esculturas fueron adquiridas durante la estancia de Mario en Viena, donde en compañía de su esposa Caroline pudo ampliar su colección. De esta época es la adquisición en una subasta en París de El triunfo de Baco, atribuido a José Ribera El Españoleto, quizás la obra más valiosa de la colección, luego de que varios expertos en ese artista como el maestro Fernando Botero, el historiador Luis de Zuleta y los curadores y analistas del Museo del Prado de Madrid, realizaron en sus laboratorios sendos estudios sobre este lienzo que hoy posee una de sus hijas.
Con respecto a la protesta por la exposición en el Banco de la República, recuerdo que […] entre 1958 y 1960, Mario Laserna era rector de la Universidad [Nacional]. Laserna me mandó a llamar y me preguntó qué había pasado. Yo le conté que me habían retirado unos cuadros de la exposición y que se había producido un movimiento estudiantil en contra de eso. Entonces, me dijo que había una demanda del Banco de la República y problemas con El Tiempo. Yo no conocía a Mario Laserna y ese día lo conocí. De ahí en adelante fuimos siempre muy cercanos, muy amigos. Yo no recuerdo exactamente los hechos. En ese momento, Laserna me preguntó: “¿Usted qué propone que hagamos?”. Aunque en ese momento yo me había ganado una beca en el XII Salón Nacional de 1959 con la obra Marionetas, todavía no tenía los pasajes para irme a Europa. Entonces, Laserna me dijo que el problema estaba solucionado, que me daría una orden para que me dieran pasajes y me fuera del país cuanto antes, porque según él, podría terminar en la cárcel.
(Taller de Historia Crítica: William López, María Clara Cortés, Halim Badawi, Sylvia Suárez, David Gutiérrez, Luisa Fernanda Ordóñez. Arte y disenso: memorias del Taller 4 Rojo. Bogotá, Editorial La Bachué, 2017, pp. 57-62, en: https://redcsur.net/wp-content/uploads/2020/04/Arte-y-disenso-memorias-del-Taller-4-Rojo-22-abril.pdf. Consultado el 27 de febrero de 2023).
En el corto lapso que Mario Laserna estuvo como rector de la Universidad Nacional impulsó la organización del Conservatorio Nacional de Música. Se amplió su actividad docente y artística aumentando el número de profesores para la enseñanza y para integrar tanto la Orquesta Sinfónica como la Banda de Música que iniciarían actividades en 1959, permitiendo dinamizar la actividad cultural en la Ciudad Universitaria (Laserna Pinzón, Mario. Informe anual del rector 1959. Universidad Nacional de Colombia, Imprenta Nacional, Bogotá, 1960, p. 31).
Por otra parte, finalizando su rectoría, inició oficialmente la organización de los coros universitarios en Colombia en 1960 junto a Ramón de Zubiría, director de la recién creada Comisión Fulbright para el Intercambio Educativo. De común acuerdo comisionaron al profesor Alfred M. Greenfield, director del Glee Club de la Universidad de Nueva York, la elaboración del proyecto de desarrollo de la educación musical en Colombia. Finalmente, fue adoptado el Programa de Educación Musical proyectado a diez años, que en su primera etapa estableció grupos corales en las universidades del país, primero masculinos y más adelante femeninos. La siguiente etapa incluyó el Programa de Educación Musical, primero en las universidades y luego en los colegios. Una vez hubiera suficientes profesores entrenados y antes de concluir los mencionados diez años, la propuesta era extenderse a las escuelas primarias. Greenfield y su esposa Elsie llegaron a Colombia en 1960 como becarios de la Comisión Fulbright para iniciar el programa en las diferentes universidades del país, organizando grupos corales. A partir de este momento se acordó denominar los coros con el nombre de Clubes de Estudiantes Cantores (CEC). La fundación oficial del coro de la Nacional fue en 1961.
Mario Laserna conversa con Ramón de Zubiría en el Edificio Franco de la Universidad de los Andes. Colección Universidad de los Andes. Ca. 1962.
Mario como erudito coleccionista
y comentarista de arte
La pasión de Mario por el arte no se reducía a sus roles como coleccionista y marchante, sino a su poco conocida erudición y “buen ojo” para observar, valorar y adquirir buen arte de artistas, fuesen famosos o desconocidos.
El inicio de la afición a las artes plásticas estuvo vinculado a la Librería Central de Bogotá, fundada en 1936 por Gilberto Owen, pero dirigida desde 1946 por Hans Ungar y su esposa Lilly Bleier, quienes en ese mismo año abrieron en un local del Pasaje Santa Fe o Plazoleta del Rosario en la Avenida Jiménez, la Galería El Callejón, primera creada en Bogotá.
El célebre intelectual y gestor cultural Casimiro Eiger fue socio de los Ungar en la galería de la que Mario Laserna fue asiduo visitante, al igual que de la librería, colaborando como comentarista o presentador de libros y exposiciones.
Los Ungar desarrollaron la movida cultural en Bogotá trabajando en forma colaborativa con la Emisora HJCK de Álvaro Castaño y Gloria Valencia, difundiendo la obra de artistas e intelectuales extranjeros y colombianos.
En el discurso de apertura el 1º de abril de 1959 de una exposición de grabado alemán organizada por los Ungar, Mario pronunció el siguiente discurso: (Disponible próximamente)
Mario y el arte
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